Querida abuela (no "abuelita" porque no te gustaba). Siempre he pensado que
eras una chingona. Y no es mentira, lo eras. Una mujer muy capaz, que pasó su
vida logrando cosas y ayudando a los demás. Te quise a mi modo y mucho. Fue
difícil tener una abuela como tú, eras una mujer con una personalidad
fuertísima, eras dadivosa, independiente, trabajadora, con una seguridad que ya
quisiera yo la cuarta parte, te admiraba mucho.
Recuerdo que un día estábamos
en Centro Médico fuimos por mi papá a su trabajo, no recuerdo a donde íbamos a ir, el chiste es que en esa entrada al hospital había vigilante en esa entrada, y
me dijiste “aquí te espero, ve por tu papá, obviamente no traes credencial pero, tu
saludas con voz segura y fuerte al vigilante y te pasas con tal seguridad que no
te va a decir nada”, yo con mi cara de susto, no te dije nada y me fui así como
me dijiste, salude al vigilante y me pase rápido con tal seguridad que ni tiempo
le dio de decirme algo, pues te cuento que ese consejo lo sigo aplicando hasta
el día de hoy, y siempre funciona Ü
De tu vida sé muy poco, son retazos que tú nos fuiste contando mientras coincidimos en esto que llaman "vida". Eras un
misterio lleno de contradicciones. El rencor que le tenías al abuelo (a quien no
conocí y alguien alguna vez dijo que se parecía a mi), sé que lo quisiste mucho,
aunque eso de querer se te dificultaba bastante.
Un día llegaste a nuestra casa
con dos muñecas hermosas de esas de colección con vestido rosa palo, sus
zapatitos blancos y una diadema de flores, no recuerdo cuantos años teníamos mi
hermana y yo, pero nos las llevaste así, sin ningún motivo, y me quede impactada
cuando me diste la mía, nunca había tenido algo tan bonito. Recuerdo, sobre
todo, que cada domingo que íbamos a visitarte me tenías un regalo y siempre
regresaba a casa con alguna cosa (bolsa, vestido, anillo, perfume) cosas que no
necesitabas darme porque yo iba a verte con gusto y no por los regalitos, aunque
siempre demostraste tu cariño dando cosas materiales, y aunque jamás me dijiste
un te quiero o un abrazo sabía de tu amor, y viceversa, mi papá te adoraba y tu a él, y agradezco infinitamente que fueras tan buena con mi mamá, ella también te quería muchísimo cómo tu a ella.
Aprendí de ti muchas
cosas, desde tu perseverancia por hacer las cosas, hasta el saber que todas las
personas son importantes y jamás hagas lo que no quieres que te hagan,
aprendí tu amor por las plantas, a mí también me encantan y ahora tengo muchas.
Se cuanto te gustaba vivir, y tus palabras eran “que me den unos dos años más de
vida para hacer tal o cual cosa, no sabes cuanto desearía que estuvieras hoy
aquí, ya tiene muchos años que te fuiste y me faltaba crecer, madurar, trabajar,
en ese tiempo no tenía dinero estaba estudiando la universidad y no te pude
invitar a comer, a ir a Xochimilco por plantas, hubiéramos sido muy felices las
dos comprando plantas.❤❤❤❤❤❤❤❤❤♡
Tú unías a la familia, bien sabíamos que cuando te fueras
todo cambiaria y dicho y hecho, ahora hay un caos, que no saben resolver con
conciencia de lo que es una familia, y no saben que destruyen lazos, en fin, la
gente no cambia, así que no queda más que aceptar que el ser humano es egoísta y
no valora los lazos, tanto como las cosas materiales, ellos se lo pierden.
Tu velorio fue horrible, abuela, pero unió a la familia, fue el
último día en el que estuvimos todos juntos, pero fue una experiencia bastante
buena, poder despedirnos un poco más tranquilos.
Eres de las
personas que más ha marcado mi vida. A nosotros nos dejaste piezas sueltas de un rompecabezas que
jamás podremos armar. Pero aprendí mucho de ti, abuela Graciela (o Lucía, eso
también es un misterio). Aprendí que no hay que tenerle miedo a la felicidad,
que hay que disfrutarla y vivirla sin pensar en si se va a acabar o no. Aprendí
que hay que contar nuestras historias porque el pasado es la mejor herencia que
podemos dejar a nuestros hijos y nietos y tú nos dejaste desheredados en ese sentido. Aprendí a quererte y a
sonreír cuando te recuerdo, y qué crees? todos los días llevo conmigo el dije
de unicornio que me regalaste.
El día de mi graduación fue unos de los días más felices de mi vida, estaban todos los seres humanos que más he querido en este mundo, fui afortunada, me diste de regalo dinero para mi vestido y la persona que en ese momento era mi mundo entero me acompañó a elegirlo y tuvo la paciencia de que me midiera muchísimos (que bonito vivir un amor así de bonito y reciproco), yo me sentía increíblemente feliz y tu presencia fue imprescindible para que ese día fuera grandioso, y no sabía que ya faltaba poco para que fueras de nuestra vida terrenal.

Cada año el 24 de diciembre hacíamos intercambio de regalos, yo tenía la suerte que me tocara que me dieras tú varias veces, y era suerte porque sabíamos quiénes eran las personas que se esmeraban en los regalos y quienes no, en fin, un día pasaste por mi a mi casa y me dijiste, -vámonos por tu regalo, pero es un secreto (porque se supone que tenía que ser sorpresa) y prefiero que tu regalo te guste mucho-, me llevaste evidentemente a la juguetería, estaba entre dos opciones, y me dijiste tráete las dos cosas ya voy a pagar, y te dije -es que no me puedo decidir ayúdame- y me dijiste: “tú te mereces los dos, tráelas que ya voy a pagar” (sabes lo que siente el corazón de una niña cuando le dicen eso).